Invasión de Ucrania

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En el momento de escribir estas líneas continúan los ataques y bombardeos de Rusia sobre Ucrania, se ponen en peligro los esfuerzos de evacuación y se acrecienta el horror de la guerra devoradora, que nunca debió comenzar. Esta guerra, sobre la que no se puede escribir sin horrorizarse, es una amenaza para el orden mundial. Crece el autoritarismo de Putin y parece menguar el poder de Occidente. El número de personas que huyen de la ofensiva que Rusia ha lanzado sobre Ucrania sobrepasa los dos millones de personas, muchos de los cuales son niños, y el conteo no se detiene, según datos de la Agencia de Refugiados de la ONU. Esto convierte este éxodo en el de más rápido crecimiento en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

 

Occidente aisló al Kremlin con sanciones sin precedentes, pero, ¿serán suficientes para detener esta guerra criminal? Las bombas siguen cayendo y aumentan los muertos. Zelensky, el presidente de Ucrania, pide reiteradamente a la OTAN que imponga una zona de exclusión aérea sobre su país para detener el ataque aéreo de Rusia, pero la OTAN teme dar este paso y desencadenar una guerra más amplia con Rusia. Putin, mientas tanto, continúa la que llama “operación militar especial para liberar de la opresión de los nazis ucranianos”. La resistencia heroica de Zelensky y Ucrania son un ejemplo para el mundo, pero no sabemos cuánto aguantarán él ni su país. Algo puede darse por seguro, lo que sucede en Ucrania tendrá profundas consecuencias, ya las está teniendo, en el mundo entero.

 

Putin es realmente inquietante, un personaje fanático, frío, calculador, ambicioso y receloso, incluso con rasgos paranoides. Es probable que se sienta llamado a redimir a Rusia, aunque tenga que cometer para ello las mayores atrocidades. Actúa, según dice, en nombre de la liberación, pero no duda en arrasar un pueblo entero. Es artífice de un relato en el que justifica la crueldad de sus actos como necesarios para defender territorios de los criminales ucranianos.

 

En la trágica circunstancia creada por la invasión armada de Ucrania por Rusia, queremos mostrar nuestro apoyo al pueblo ucraniano. Recordamos ahora un poema titulado ¡Calamidad otra vez!, cuya versión original fue escrita en ucraniano, en 1859, por Taras Shevchenko, que nació en una familia de siervos, en un Estado que ahora es Ucrania, y a la sazón era parte del Imperio ruso.

 

     Querido Dios, ¡otra vez calamidad! Todo estaba tan tranquilo, tan sereno

 

     Habíamos empezado a romper las cadenas que ataban a los nuestros a la esclavitud.

 

     Cuando, ¡alto!

 

     Otra vez está corriendo la sangre del pueblo.

 

 

Expresamos nuestros mejores deseos para Ucrania, con una bandera cuyos colores nos son tan queridos: azul y amarillo, los mismos que los de la enseña asturiana, aunque la ucraniana esté hoy teñida de rojo, rojo de sangre y de vergüenza.

 

Como dice el Himno nacional de Ucrania: “Ucrania aún no ha muerto, ni su gloria ni su libertad”, toda una consigna de afirmación patria y de resistencia frente a la barbarie.

 

                                                                                  El Presidente y la Junta Directiva